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Primera Parte: Capítulo 1

ECLESIOLOGÍA BÁSICA
O
¿QUE DIABLOS ES LA IGLESIA?
Es tan fácil confundirse al respecto… es fácil pensar que la iglesia tiene una gran cantidad de diferentes objetivos: educar, construir, enviar misiones, realizar servicios religiosos… la Iglesia existe sólo para llevar a los hombres a Cristo, para hacerlos pequeños Cristos. Si no lo están haciendo, todas las catedrales, clérigos, misiones, sermones, incluso la Biblia misma, son simplemente una pérdida de tiempo.

MERO CRISTIANISMO C.S. Lewis

Mira, esto no se trata de la iglesia, es sobre La Iglesia…

REVOLUTION George Barna

Calle Cangallo, Martinez, Gran Buenos Aires, AR

A lo largo de los años que he estado reflexionando sobre la iglesia, mi esposo, Tim, me ha animado a escribir algo al respecto. Hacia este fin, se le ocurrió que después de cumplir con unos compromisos ministeriales en Argentina, deberíamos pasar una semana en Buenos Aires en la que yo no hiciera más que escribir. Un amigo, Terence, se sumó al proyecto, ofreciéndonos alojamiento en su departamento en la zona norte de la cuidad pero había un problema: ¿qué haría Tim durante estos días? Desde que nos casamos hace quince años hemos realizado la mayoría de nuestro trabajo juntos y él no es del tipo que aguanta estar aburrido. Resolvimos el dilema, invitándole a Chase, un amigo de Orlando, Florida, a pasar la semana con Tim, conociendo Buenos Aires y a nuestros amigos allí.

La semana resultó perfecta. Tim, Chase y Terence oraban por mí por la mañana y después salían, dejándome sola todo el día para que escribiera. Al regresar por la tarde, nos reuníamos en el tejado para el tradicional bocadillo vespertino argentino, «facturas» (pan dulce) y «mate» (una infusión preparada con hojas de yerba mate), y me escuchaban leer lo que había estado escribiendo. Una tarde, Chase, sentado a horcajadas en la barandilla del tejado, nos contó acerca de una conversación con un amigo suyo en Orlando:

«Así que un día llamé a Travis y le dije:

— Quiero que me acompañes esta noche. No te voy a decir adónde, sólo confía en mí.* ¿Está bien?

—No me vas a hacer ir a la iglesia ¿o sí? — me respondió.»

Chase nos trataba de hacer notoria la resistencia de sus amigos hacia los cultos cristianos, pero lo interrumpí:

— He llegado al punto en que no soporto cuando la gente habla de «ir a la iglesia». La iglesia no es un edificio, entonces ¿por qué nosotros, los que lo sabemos, seguimos hablando como si lo fuera? Sé que todos usan la palabra de esa forma, y que cuando la dices la gente sabe a qué te refieres, pero me molesta cada vez que la digo u oigo.

Tim intervino — Quiero tener una playera que tenga impreso con grandes letras: «Deja de ir a la iglesia» y, cuando la gente me pregunte el porqué, me voltearé y les mostraré que atrás dice: «Empieza a ser la iglesia».

********

Muchos de los que hemos pasado años «yendo a la iglesia» hemos comenzado a preguntarnos: ¿Realmente necesito ir a la iglesia?, ¿Por qué? ¿Y qué si no me aporta nada el ir? ¿Está Dios más contento conmigo cuando mi vida está llena de actividades religiosas?

Estas preguntas reflejan una interrogante más profunda: ¿Qué es la iglesia?

(*A propósito, Chase quería que Travis le acompañara a media noche al bowling, la bolera, el boliche o como lo llames en tu país.)

El lado oriente de Wichita, Kansas, EEUU

Cuando era pequeña pensaba que el globo terráqueo que mi papá tenía en su estudio mostraba el mundo exactamente como es. Sabía que la tierra no era ni rosa ni azul como estaba coloreada en el atlas, pero pensaba que los límites de los países eran tan fijos como las formas de los continentes. La geografía que aprendí en la escuela primaria me parecía incuestionable, lo mismo que cualquier otra materia. Cuando mi familia hizo un viaje en automóvil de Kansas a Texas, yo esperaba ver líneas pintadas en la tierra delineando los estados. Recuerdo mi sorpresa cuando descubrí que los límites estatales y las fronteras nacionales fueron trazados arbitrariamente, en lugar de reflejar la naturaleza intrínseca de la tierra y su población.

De la misma manera, crecí con la sensación de que la esencia de la iglesia se encontraba en el orden del culto que seguíamos cada domingo a las 11 A.M. en la Iglesia Presbiteriana Eastminster, en la esquina de las calles 9ª y Armour:

· Bienvenida
· Anuncios
· Canciones/Himno
· Lectura bíblica
· Sermón
· Canto durante las ofrendas
· Doxología
· Otro himno o canciones
· Bendición

Debido a que fui a una escuela luterana para mi educación secundaria, a una católico-romana para mi educación media superior, a una universidad bautista, y de que me he congregado con pentecostales y carismáticos a lo largo de América Latina, he podido contactarme con una gran gama de denominaciones cristianas. De manera general, a pesar de nuestras diferencias teológicas, todos hacemos casi las mismas cosas en nuestros cultos. Ingresamos a un salón y tomamos nuestros lugares mirando la parte posterior de las cabezas de otros; nos ponemos de pie o nos sentamos dependiendo de si vamos a hablar o a escuchar; cantamos, oramos, escuchamos un canto, escuchamos un sermón, salimos en fila del salón, charlamos por unos minutos y volvemos a casa. Los carismáticos realizan más esfuerzo aeróbico que sus hermanos más tradicionales, y los católico-romanos rompen el molde aquí y allá, haciendo gesticulaciones, poniéndose de rodillas, y con actividades extracurriculares como la confesión, pero el formato general es prácticamente el mismo. Esto me llevó a creer que Dios prescribió específicamente mucho, si no todo, de este ritual. Me ha costado más que un simple viaje entre dos estados para superar esta visión de la iglesia.

Hace algunos años un colega español, Félix Ortiz, nos animó a leer Postmodern Youth Ministry [Ministerio Juvenil Postmoderno] de Tony Jones. En ese entonces subrayé lo siguiente:

Lo siento, no contiene modelos...

Este libro no te dará un modelo para tu ministerio juvenil, ese no es mi propósito. No tengo el grupo de jóvenes más grande en mi área, y tampoco estoy tratando de venderte un sistema o un paradigma...

En lugar de promover un nuevo paradigma, debemos deconstruir los viejos paradigmas, y luego proponernos una serie de reflexiones sobre la cultura, la iglesia y el estado del ministerio juvenil al inicio del tercer milenio.
Cuando por primera vez leí esto, la palabra «deconstruir» me sonó terriblemente agresiva, pero he llegado a entender que sólo sabrás qué salvar, qué remodelar y qué desechar después de hacer un análisis crítico. Un amigo chileno, Jonathan, me hizo ver la relación con el reciclaje: se quedan con lo que sirve y desechan lo que ya no sirve para crear algo nuevamente útil.

Boulevard Clinton, Jackson, Mississippi, EEUU

Al graduarme de la universidad, decidí estudiar una maestría porque sentía que no estaba preparada para un trabajo en el mundo real aunque había sacado dos licenciaturas, una en literatura y otra en castellano. Solo me faltaba decidir qué estudiar. Durante mis estudios universitarios quedé fascinada con mis dos semestres de fotoperiodismo –en la fotografía, finalmente descubrí un arte que no depende de la coordinación entre el cerebro y las manos, la cual me falta— así que comencé a investigar escuelas de fotografía y elaboré un portafolio con mis propias fotos para presentarlas con la solicitud de admisión. En ese tiempo, visité la República Popular de Mongolia con mi madre y mis dos hermanas con el propósito de recolectar datos para un análisis de un proyecto misionero. Al trabajar en ese informe me di cuenta del papel crítico que juegan las palabras en la comunicación y como resultado, decidí no estudiar fotografía sino continuar en la línea del uso del lenguaje escrito.

Debido a que sentí menos confianza en mis pensamientos que en mis destrezas técnicas, decidí estudiar la Biblia y teología a fin de tener un fundamento más firme desde el cual escribir. Mi padre le preguntó al profesor y teólogo Dr. John Gerstner, un amigo que había sido teólogo residente en nuestra congregación, qué escuela recomendaba para mí. Dr. Gerstner respondió: «El Seminario Teológico Reformado [RTS] que se encuentra en Jackson, Mississippi. He sido invitado a impartir una clase en el periodo invernal, así que te veré allá».

Mis estudios superiores en RTS me dieron el fundamento que buscaba pero de una forma inesperada. Llegue buscando información; salí más impactada por el ejemplo de humildad y respeto por la Palabra de Dios de algunos profesores. Los observé realizando una meticulosa investigación de los manuscritos bíblicos y sometiendo sus opiniones y sus preferencias personales a lo que esto les reveló. Ellos corroboraban esta interpretación personal con las perspectivas de su comunidad actual y con lo que Dios le ha enseñado a sus hijos a través de los siglos. En cambio yo me había estado nutriendo de la palabra de Dios como un polluelo, dependiendo de lo que otros encontraban y regurgitaban para dármelo. Me fui percatando lentamente de que, como resultado de mi falta de conocer los textos originales, muchas de las cosas que había asumido como claramente especificadas en la Biblia no lo estaban.

El primer día de clases sobre las epístolas paulinas el profesor Knox Chamblin pidió a los estudiantes compartir las preguntas que esperaban fueran respondidas durante el semestre que duraría el curso. Cuando mis compañeros, muchos de ellos mayores que yo y con años de experiencia en el ministerio, dijeron cosas como: «Quiero entender la relación entre el capítulo seis y el siete de Romanos», me di cuenta que ellos estaban buscando respuestas a preguntas que yo ni siquiera me había planteado. «¿Qué es la iglesia?» es de las preguntas que nunca me hice y como resultado, aunque asistí a clases de eclesiología y leí extensamente acerca de la historia de la iglesia, nunca presté mucha atención a la información que me suministraron. Pero ahora, después de cuarenta años de «ir a la iglesia», cinco años de asistir a cursos a nivel de maestría en el seminario, y diez años de ser misionera, me interesa tener un entendimiento mas claro de las siguientes interrogaciones acerca de la iglesia:

· ¿Es un lugar adonde vas?

· ¿Es algo que haces?

· ¿Algo que eres?

· ¿Cuál es la relación entre lo que he hecho toda mi vida los domingos en la mañana y lo que Dios quiere de y para su pueblo?

Siendo fiel al modelo que me dieron mis profesores, primero investigo lo que dice la Biblia acerca de la iglesia. El Nuevo Testamento en griego identifica «ekklesia» como la palabra original que traducimos como «iglesia» y The Theological Dictionary of the New Testament [El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento], por Gerhard Kittle, explica que se usaba esta palabra cotidianamente para una asamblea de cualquier tipo, no sólo una religiosa. También aprendo que existe una continuidad entre «ekklesia» en el Nuevo Testamento y las «santas convocaciones» (RV) o «reuniones solemnes» (NVI) («qahal» en hebreo) que Dios estableció para su pueblo en el Antiguo Testamento. Pablo se alinea con el concepto de la iglesia como la asamblea del pueblo de Dios en 1ª de Corintios 11:18, «…oigo decir que cuando se reúnen como iglesia…».

También investigo qué otras palabras son usadas por los autores bíblicos para referirse a iglesia porque, cuando busco «iglesia» en el Diccionario Evangélico de Teología, este me dice: «si uno quiere ser veraz respecto al testimonio del Nuevo Testamento, se debe reconocer que hay una multiplicidad de imágenes y conceptos que contribuyen al entendimiento de la naturaleza de la iglesia». Algunos de esos conceptos o ideas que están emparentadas son: la casa de Dios, el pueblo de Dios, el pueblo escogido, Israel de Dios, y un cuerpo con muchos miembros.

Con este trasfondo en mente, abro mi concordancia y leo todos los pasajes bíblicos en que aparece «iglesia» y sus sinónimos. Pongo atención especial al término «casa de Dios» ya que comunica lo que la mayoría de las personas entiende cuando dice «iglesia»: un lugar sagrado. La Biblia usa «casa de Dios» para hablar acerca de la morada de Dios, pero también dice explícitamente que Dios no mora en un edificio construido por manos humanas (1ª Reyes 8:27; Hechos 17:24) sino con su pueblo (Éxodo 29:45, Apocalipsis 21:3): «Porque nosotros somos templo del Dios viviente. Como él ha dicho: “Viviré con ellos y caminaré entre ellos. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”» (2ª Corintios 6:16). Encuentro la imagen más clara de la esencia de la iglesia en Mateo 18:20, «Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

Mi estudio me deja convencida que definir la cuestión respecto a la iglesia no está en cuándo o en dónde sino en quién y con qué propósito. Estas observaciones están sustentadas en el testimonio histórico. Martín Lutero definió a la iglesia como «la asamblea espiritual de personas» e intentó ayudar a la gente a ver que la idea bíblica no se centra en un edificio o en el clero sino que «la esencia correcta, real y verdadera de la iglesia es un asunto del espíritu y no de nada externo». Richard Baxter, el gran pastor inglés del siglo XVII, definió a la iglesia como «una sociedad cristiana santa-–ese es el quién—para una ordinaria comunión santa y ayuda mutua en adoración pública a Dios y en llevar un estilo de vida santo» –ese es el con qué propósito.

Condominios West Cove, Maitland, Florida, EEUU

He leído que se puede definir a una persona con base en las cosas que no quiere dejar; si eso es cierto, a mí me definen los libros, la música, el arte, la ropa y los recuerdos, porque eso es lo que Tim y yo trajimos a Orlando cuando dejamos México después de vivir allí 10 años. La habitación de huéspedes del departamento al que llegamos estaba vacía, excepto por un librero, el cual resulta ser el mueble que más necesitamos. La mayoría de mis libros están allí, vagamente organizados por género y autor, pero unos pocos habitan la sala que tiene una fabulosa vista al lago: materiales para nuestro tiempo devocional, las herramientas de estudio bíblico y mi colección de C. S. Lewis.

En una colección de ensayos titulada Present Concerns [Asuntos Presentes], Lewis tiene una pequeña obra llamada Talking about Bicycles [Hablando de bicicletas] en la que opina que hay cuatro edades por las que pasamos con relación a prácticamente todo: la edad «no-encantada», la edad «encantada», la edad «desencantada» y la edad «re-encantada». Cuando yo era pequeña, vivía «no-encantada» con la iglesia; unas personas amables me cuidaban en la guardería o me daban jugo y galletas en la escuela dominical, pero, en general la iglesia, en las palabras de Lewis, «sólo formaba parte del enorme trasfondo sin importancia de las actividades que realizan los adultos».

Las historias bíblicas me llevaron a la edad «encantada». Cuando todavía estaba en la escuela primaria ayudaba a mi mamá en la «iglesia infantil» contándoles a los niños más pequeños historias que iban acompañadas de ilustraciones en un rotafolio o un franelógrafo. Al narrar la historia de la creación o del arca de Noé, yo llenaba un trasfondo pintoresco con animales y pájaros o agregaba ladrillos al muro destruido de Jerusalén mientras les contaba acerca de cómo lo reconstruían los hombres de Nehemías con las espadas listas en sus cinturones. Estas escenas e historias me impactaron profundamente (todavía tengo un recuerdo vivido de las columnas de mármol y el trono de oro del franelógrafo del palacio del rey Asuero); a través de ellas Dios se convirtió en alguien que llena el mundo de vida y color, y quién lleva a cabo sus planes por medio de un concurso de belleza, como en el caso de Ester, y un niño con una honda, como en el caso de David, alguien que me ama y envió a su Hijo a morir por mis pecados. La iglesia era el lugar donde aprendí más acerca de Él, cantaba canciones y les enseñaba a otros las historias que conocía.

Hubo muchos factores que gradualmente me llevaron a la edad «desencantada». Pasé largas noches en el edificio que la gente llamaba la iglesia en «cenas de traje» cuando hubiera preferido estar haciendo… bueno, haciendo cualquier otra cosa. Me sentía cada vez más aislada de mis compañeros; no fui a la misma escuela que ellos; era un año mas joven para el grado en el que estaba, menos madura física y, es probable que también, socialmente; a esto se agrega que mi familia viajaba mucho, lo cual mis compañeros veían como raro.

Las cosas empeoraron cuando ya tenía la edad suficiente para ver los funestos puntos débiles de la iglesia. Mis padres estaban muy involucrados en la vida de la congregación y mi papá era un líder electo, lo que proveyó muchas oportunidades para escuchar acerca de acciones y actitudes de personas que eran todo menos «cristianas». Finalmente, el cambio de una preparatoria católica en Kansas a una universidad bautista en Texas me llevó a un colapso en mi relación con la institución y cultura llamada iglesia porque me pegue contra la realidad que Steve Stockman, en su libro Walk On, llama «una extraña peculiaridad de la iglesia»:

buscan cualidades específicas que indican si eres [cristiano]. Usualmente tienen que ver con usar groserías, fumar y beber. Por alguna razón, hay enseñanzas bíblicas que no… cobran tanta importancia. Entre ellas: la codicia materialista, los prejuicios sectarios, la opresión de la mujer, o el incumplimiento de la justicia social; y de algún modo, puede que ignores mucho de lo que enfatizó Cristo y los profetas, pero debido a que eres abstemio… y asistes a la iglesia dos veces por semana, eres declarado espiritualmente fuerte.

Cuando llegué al postgrado para mis estudios en teología todavía era ambivalente acerca de la iglesia, pero, por medio de un estudio cuidadoso de los textos del Nuevo Testamento, Dr. Chamblin me mostró que, como seguidora de Cristo, necesito amar lo que Él ama y Jesús ama tanto a la iglesia que dio su vida por ella.

En Talking about Bicycles Lewis explica que aunque una persona «re-encantada» no está para nada engañada acerca de la realidad de una cosa, puede apreciar su esencia que «…debajo de todas las otras experiencias, están allí todavía como un caracol en el fondo de una alberca clara y profunda». El conocer, sentirme apoyada por y trabajar con miembros increíbles del cuerpo de Cristo por todo el mundo me ha conducido al «re-encantamiento» con la Iglesia. Aun en su presente forma de «vasijas de barro», son verdaderos tesoros; no puedo esperar verles en su radiante esplendor cuando reflejen perfectamente la gloria de Dios.

¿Qué es la iglesia? Ninguna respuesta está completa a menos que incluya la visión que Juan observó y registró en Apocalipsis 21:2,3:

Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido. Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios».

 
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