lunes

Latinoamérica, 1996-2006

El «llamado» de Tim a «las misiones» provino de una estadística que leyó a fines de los años ochenta en la revista Youth Worker Journal [Líder Juvenil] afirmando que el 95% de los líderes capacitados en el ministerio juvenil vivían en Estados Unidos de América donde habitaba sólo el 6% de la juventud mundial. Entonces comprendimos que si nos dedicáramos a capacitar líderes, podríamos ayudar a equilibrar esta triste situación. El equipo de SEPAL en México nos ayudó a ver que el 50% de la población mexicana tenía menos de 18 años, de acuerdo con el censo de 1995, y, aunque las diferentes denominaciones realizaban eventos periódicos de motivación para adolescentes y jóvenes, prácticamente no había disponible entrenamiento específico para líderes juveniles. Dispuestos a poner nuestro granito de arena, el primero de enero de 1996 nos mudamos a México.

En aquel entonces la capacitación para el ministerio juvenil en los Estados Unidos de América parecía centrada o en métodos específicos (por ejemplo, cómo dirigir un grupo pequeño, enseñar de forma dinámica, realizar evangelismo creativo, etcétera) o en un modelo especifico, es decir un ministerio enseñaba como implementar su estrategia propietaria. No queríamos promover un modelo de ministerio juvenil, especialmente si se había creado el prototipo en otro país. Lo que sí queríamos era enseñar a los líderes principios básicos de ministerio emanados de la Biblia a fin de que, con base en estos fundamentos, ellos pudieran desarrollar modelos y métodos apropiados para su contexto único. Por eso, cuando conocimos un movimiento llamado Raíces, que provee «un entrenamiento basado en principios de trabajo de la Pastoral Juvenil, no en métodos o modelos», encajamos a la perfección.

Los años que hemos formado parte del equipo timón de Raíces, hemos visto lo difícil que es la transición de los principios a la práctica. Por ejemplo, Verónica, la encargada del ministerio juvenil en nuestra congregación en México, tiene una licenciatura del seminario, se ha dedicado a la pastoral de los jóvenes y adolescentes por años, asistió a la conferencia de Raíces en Guatemala en 2001 y trabajó como «formador» en tres conferencias durante los siguientes dos años, pero no fue hasta que pasó todo un mes trabajando en una comunidad que pone en práctica lo que Raíces propone enseñar, que sintió que al fin captó las ideas. Más aún, desde el momento en que Verónica comprendió la enseñanza en su plenitud, sigue siendo un gran reto darle cuerpo a todos los principios en su ministerio día a día. En su libro Confessions of a Reformission Rev.: Hard lessons from an Emerging Missional Church [Confesiones de un reverendo reformisionaria: lecciones difíciles de una iglesia misional emergente], Mark Driscoll describe una de las razones del por qué:
Uno de los más grandes inhibidores para mantener que una iglesia se dirija a su misión son las expectativas, declaradas o no, que la gente tiene de los líderes de la iglesia y sus familias. En una iglesia misional, el pastor que la dirige es el arquitecto que construye el barco y no tanto el capitán que lo pilotea, o el cocinero que lava los platos en la cocina, o el director de actividades que coordina las reservaciones de las canchas. El rol del arquitecto es increíblemente importante pero la mayoría de los pastores han sido entrenados para trabajar en un barco y no para construir un barco.
La arquitectura siempre me ha interesado, pero una conversación con un arquitecto reconocido por sus planos para escuelas en Argentina, me llevó a relacionarla con la iglesia. Tomando el té en su casa, le pregunté al arquitecto, Jeffrey, acerca de la arquitectura posmoderna. El postmodernismo estaba de vanguardia en el ministerio juvenil en ese tiempo así que me sorprendió cuando Jeffrey dijo que en los círculos arquitectónicos era cosa del pasado. Estaba fascinada con la oportunidad de dar un vistazo al futuro, así que le pedí que me explicara a dónde había llegado la corriente arquitectónica desde el postmodernismo.

Jeffrey me explicó que él estimula a sus estudiantes de arquitectura a investigar los modelos arquitectónicos que eran nativos a la zona donde iban a construir antes de que la forma de las estructuras fuera dictada por el estilo clásico, modelos que se habían ido desarrollando orgánicamente como respuesta a las necesidades prácticas de la región. Por ejemplo, me contó de una escuela que estaba construyendo en una zona de Argentina en donde el diseño de los edificios originalmente incorporaba aleros sobresalientes para dar sombra a las ventanas durante las tardes en que los rayos del sol pegan con mucha fuerza. Al tener en cuenta esta tradición e incluirla en su diseño, él fue capaz de mejorar significativamente la eficiencia energética del edificio y la comodidad de los estudiantes durante las tardes. Así que la arquitectura post-postmodernista, de acuerdo con Jeffrey, fue la unión de la sabiduría arquitectónica regional con la vanguardia de materiales y tecnología a fin de crear estructuras que satisfacen mejor la escala de necesidades de los individuos que van a utilizar el edificio.

Desde entonces, he recordado muchas veces esa conversación. El rol bíblico de los líderes no es llevar a cabo todo el ministerio que ocurre sino es «preparar al pueblo de Dios para las obras de servicio» (Efesios 4:11, 12). Sin embargo, para que los líderes sean arquitectos capaces de idear un modelo de ministerio que responda a las necesidades específicas de las personas que le rodean, necesitan la visión y las herramientas para llevar a cabo ese rol.

Hace varios años http://www.paralideres.org/, el sitio web que fundamos para proveer recursos y capacitación para líderes de adolescentes y jóvenes de habla hispana, llevo acabo «El concurso parábola» que invitaba a los usuarios del sitio a crear historias originales que expresaban las verdades contenidas en la parábola del hijo pródigo. A través de esta competencia, esperábamos proveerles a los líderes la oportunidad de pensar sobre el contexto actual, tanto de la cultura juvenil como de la iglesia, y la oportunidad de desarrollar una herramienta práctica para superar la enseñaza dirigida al intelecto con historias que llegan de forma más directa al corazón.

En busca de una forma para ayudarles a analizar lo que vi como la condición y el propósito de la iglesia, se me ocurrieron tres metáforas: un monumento, una veleta y una brújula.

Monumento—Esta imagen ilustra cómo funciona, generalmente, la iglesia institucional: da testimonio de algo que ocurrió en el pasado pero absorbe a la gente en su mantenimiento mientras, como resultado del paso del tiempo y los cambios culturales, pierde significado en la población general.

Veleta—Este tipo de congregación trata de corregir algunas debilidades inherente al modelo del monumento estando más en contacto con la cultura que les rodea, pero pierden recursos en el cambio constante y corren el peligro de permitir que la cultura, en vez de la palabra de Dios, le dicte qué creer y qué hacer.

Brújula—Me gustó esta imagen por su sencillez (la brújula no hace mas que señalar al norte y Jesús les pidió a sus discípulos que orienten a la gente hacia Dios, «Ir a hacer discípulos a todas las naciones») y porque no está relacionado con ningún lugar o cultura. Es portátil y puede usarse en cualquier situación.

Mi tratamiento original de estas imágenes fue simplista, pero con el paso de los años se ha ido desarrollado, convirtiéndose en herramientas que me ayudan a discernir lo que está sucediendo a mí alrededor y en mí interior.

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