lunes

Segunda parte: Capítulo 5

LA IGLESIA COMO UNA BRÚJULA


El marinero no puede ver el norte, pero sabe que la aguja sí.

THE COMPLETE POEMS Emily Dickenson

Quiero animarles a dejar de marcar el paso. Hemos tratado de resolver el problema de muchas maneras equivocadas… Entrar a la experiencia de la iglesia es dar un paso atrás a algún periodo de la historia que se valora. Cada denominación tiene su siglo preferido. Sin embargo la clave para enfrentarse con este mundo que cambia tan rápido, con esta cultura adicta a la velocidad, no es ponerse al día, sino rehusarse a marcar el paso y descubrir que hay algo más significativo que ir aprisa…

AN UNSTOPPABLE FORCE Erwin Raphael McManus

jueves

Clinica Santa Maria, Santiago de Chile

Debido a que casi al final de un vuelo de Miami a Santiago Tim se desmayó, él decidió hacerse algunos exámenes médicos. Como resultado, pasé buena parte de tres días en la sala de espera de la Clínica Santa María. Afortunadamente era un lugar agradable; había buen café y alfajores, cómodos sillones de cuero, conexión gratuita y rápida a Internet, y una enorme ventana con vista a la ciudad. Una mañana, mientras bebía mi café y miraba los autos y peatones pasando, meditaba en que toda esa gente iba camino a algún lado. Si no fuera así, se hubieran quedado en casa.

En la brújula encontramos nuestra primera metáfora «misional» en vez de «atraccional», es decir, una metáfora que dirige la atención al hecho de que la iglesia es un grupo de personas que ha sido enviado con una misión, que va a algún lado con un propósito. Una brújula se relaciona con una misión en dos sentidos: la utilizas cuando estás tratando de llegar a algún lado y te acompaña en el trayecto (¡al fin hemos llegado a algo portátil!).

La brújula está construida de forma similar a una veleta ya que consiste en un objeto que gira sobre un eje; pero, a diferencia del puntero de una veleta, cuya orientación refleja las condiciones cambiantes a su alrededor, la aguja de la brújula siempre apunta en la misma dirección: al norte. Debido a que el norte es norte en cualquier cultura y en todo tiempo, en contraste con las otras dos metáforas, una brújula es a-temporal y a-cultural; en lugar de dirigir nuestra mirada hacia una cultura particular, al pasado o al futuro, se centra en una realidad sin tiempo que puede reorientar continuamente nuestra trayectoria.

Aquella mañana en Santiago miraba por las ventanas del hospital un buen rato, observando a hombres y mujeres bien vestidos camino a su trabajo y a los adolescentes y niños rumbo a la escuela cargando sus mochilas. Debido a que había estado meditando en la iglesia como una brújula, el hecho de ver todas las personas moviéndose con propósito hacia a su destino me he hizo preguntar: «Si la iglesia es una brújula, ¿hacia dónde se dirige?». Lo cual me llevo a cuestionar «Quienes nos llamamos cristianos, ¿qué vemos como nuestro destino?». Vinieron a mi mente dos imágenes contrastantes de cristianos: peregrinos en un viaje y miembros de un club social. A medida que pensaba en la diferencia entre los dos, se me ocurrió que tal vez tanta gente se siente tan cómoda y «en casa» dentro de las estructuras religiosas que llaman la iglesia porque creen que ésta es su destino.

Se esfuerza tanto en atraer a la gente a los programas y eventos dentro de los edificios que llamamos iglesias que sería lo mas natural que las personas sintieran que su presencia allí es una meta, especialmente si de niños recibían estrellas doradas por asistir a la escuela dominical. Sin embargo, siendo justo, si se le pregunta, muy poca gente diría que ese es el destino de su trayectoria espiritual. Una respuesta más probable es el cielo. Pero, cuanto más pienso en ello, menos convencida estoy de que el cielo, si esto significa un lugar al que vas después de la muerte, es la meta hacia la que se dirige el pueblo de Dios. Para reflejar de manera precisa el sentido general de lo que registra la Biblia, el destino hacia el que los cristianos nos dirigimos tiene que ser algo que está accesible ahora, aunque no lo experimentamos en toda su plenitud todavía.

A medida que estudio los registros de la vida de Jesús, veo que inició su ministerio hablando del reino de Dios (Marcos 1:15), cuando envió a sus discípulos les instruyó que predicaran del reino de Dios (Lucas 9:2) y, durante los cuarenta días antes de su ascensión, el foco de la enseñanza hacia sus discípulos fue el reino de Dios (Hechos 1:3). Toda mi vida he dicho «…venga tu reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo…» pero ahora quisiera entender mejor qué estoy pidiendo que suceda. ¿Qué es el reino de Dios? ¿Será este el destino que Jesús ha señalado para los que le siguen?

Aeropuerto Internacional Ezeiza, Gran Buenos Aires, AR

Me siento maravillada por el privilegio que Tim y yo tenemos de viajar; nos encanta conocer lugares nuevos y, lo mejor de todo, es tener la oportunidad de animar y ayudar a personas que trabajan con adolescentes y jóvenes en el mundo hispanohablante. Sin embargo, el viaje en si no es divertido para mí. No me agrada el tiempo que requiere hacer las maletas, el desgaste físico de cargarlas, el estrés de apurarse para llegar a tiempo para un vuelo seguido por el aburrimiento de pararse en las filas largas en la “check-in” y las revisiones de seguridad.

La noche que dejamos Argentina, Terence nos ofreció muchas disculpas porque nos tuvo que dejar en el aeropuerto tres horas antes de nuestro vuelo. Le aseguramos que no habría problema; pensábamos registrarnos rápidamente y pasar las horas sobrantes relajándonos en el área de espera. ¡Qué equivocados estábamos! Después de pasar veinte minutos en la fila sin movernos un paso hacia la registración, prestamos atención a lo que estaba ocurriendo y nos dimos cuenta que los agentes de la aerolínea estaban mandando a las personas con boleto para la salida del siguiente vuelo a una fila de alta prioridad. Debido a que nuestro vuelo era el último de la noche, todas las personas de los otros vuelos, sin importar que llegaran al aeropuerto mucho después que nosotros, sería registrada antes que nosotros.

Cuando el aeropuerto estuvo casi vacío al fin obtuvimos nuestros pases de abordaje, pero había más filas por delante —siete más para ser exactos: una para pagar el impuesto de salida, para obtener el reembolso del impuesto en compras nacionales, para el registro de seguridad, para pasar a inmigración, para entrar al área de abordaje, para la revisión de líquidos en nuestro equipaje de mano, y finalmente, para que chequearan nuestros pases de abordaje antes de pasar al avión.

Analizándolo ahora, puedo entender la razón para registrar primero a los pasajeros con más urgencia, pero en el momento, parada, viendo como se registraba a cientos de personas que llegaron después mientras nosotros esperábamos, no me sentía nada feliz. En medio de mi indignación, recordé el libro Leadership and Self-deception: getting out of the box, que había leído unos meses antes en Chile por recomendación de Aarón, en el cual uno de los personajes ilustra el egoísmo, —que es a lo que él llama «estar en la caja»—, por medio de un episodio en un avión.

El personaje explica que alguien viéndole hubiera percibido nada más que un hombre de negocios sentado en un avión junto a un asiento vacío y que este hombre ocasionalmente echaba un vistazo, sobre su periódico, a la gente que estaba abordando el avión. Pero el hombre mismo sabía que estaba enviando señales no verbales para mantener ese asiento vacío, señales tales como dejar su libro allí y extender su pierna cruzada en frente del asiento. Se dio cuenta de su egoísmo, de que se encontraba «en la caja», cuando otro pasajero amablemente cambiaba de asiento para que una familia se pudiera sentar junta. El autor explica que en cada momento vivimos simultáneamente en dos niveles: el nivel de lo que estamos haciendo físicamente y el nivel de lo que estamos esforzándonos para conseguir:

Cualquier cosa que yo pudiera estar «haciendo» en la superficie –podría ser, por ejemplo: estar sentado, observar a otros, leer el periódico, lo que sea- lo estoy haciendo en una de dos formas fundamentales. Ya sea que esté viendo a los otros francamente como son –personas como yo, con necesidades y deseos tan legítimos como los míos– o que no los vea así… en una de las formas me siento como una persona entre otras personas. De la otra, me siento como una persona entre objetos.
Todo esto tiene relación con la iglesia porque me ayuda recordar que, dondequiera que me encuentro, por medio de los actos más cotidianos, puedo construir mi propio reino, un estado en el que me veo como una persona entre objetos, o, puedo construir el Reino de Dios. Así como mi «reino» no tiene que ver con fronteras geográficas o nacionales, tampoco el de Dios; no es político, organizacional o institucional. No se enfoca en el territorio geográfico que pertenece al rey sino en su influencia, como decía mi profesor de nuevo testamento, Dr. Knox Chamblin, «donde se hace la voluntad de Dios, allí viene su reino».

En muchos casos haremos cosas diferentes dependiendo de quién sea el reino que estamos construyendo, pero también hay veces, por ejemplo haciendo fila sea en un aeropuerto o en cualquier otro lado, en que la actividad es exactamente la misma, pero la orientación es diferente dependiendo de si nos enfocamos en obtener lo que queremos, o si estamos pensando en términos de los deseos de nuestro Rey.

Cuando estoy «en la caja» pienso que soy el rey del partido de ajedrez y todos los que me rodean son peones, ya sea que me sirvan u obstaculicen mi juego. Debido a que realmente no soy el rey del tablero de ajedrez, esto invariablemente crea enojo y frustración que luego me afecta a mí y a otros en una variedad de formas destructivas, dependiendo de cómo escoja canalizarlas.

Pero, mi perspectiva cambia cuando recuerdo que si todavía estoy en el tablero es con el único propósito de formar parte de la estrategia ganar/ganar del rey legítimo. El me ha dado un orden permanente de amar a los que me rodean: estoy para verlos y tratarlos como individuos de un valor incalculable, no como peones de mi juego. Cuando me someto al gobierno de Dios, un observador podría verme simplemente parado en una fila, pero podría estar funcionando como un puesto fronterizo del Reino de Dios.

Parecería poco plausible que pudiera hacer algo significativo y eterno mientras estoy haciendo fila en un aeropuerto, pero el libro El punto clave: como los pequeños cambios pueden provocar grandes efectos provee una recopilación de ilustraciones de cómo el comportamiento contagioso de un pequeño grupo de personas puede crear un movimiento que se propaga exponencialmente. Dorothy Sayers, en su guión de radio llamado The Man Born to be King se explaya una de las metáforas que Jesús usó para demostrar la llegada tan sutil del Reino.

Jesús: Te diré cómo es el Reino. Has visto cómo tu esposa hace el pan. Ella toma un pedacito de levadura y la revuelve con la masa. Luego la deja a un lado y la levadura empieza a trabajar escondida y en silencio, hasta que toda la masa pesada crece y se hincha, y se vuelve ligera, lista para hornearse. Así es como vendrá el Reino.

Andrés: ¿Así?

Jesús: Exactamente así… ¿Te desilusiona?
No puedo pretender que fui un oasis de amor en Ezeiza, pero ahora me doy cuenta de lo tonta que fui. Mi frustración con la situación creaba un infierno dentro de mí, cuando podía haber mirado más allá de mí misma para ver algo que Dios quería que yo hiciera. Desearía haber tenido algo que me recordara que había perdido mi rumbo, una brújula que mostrara que me había desviado del camino que más me interesa, el que llega al reino de Dios, a la senda de mi comodidad.

Metro de Santiago, Chile

Creo que la primera vez que subí a un tren subterráneo fue en Londres. El símbolo de, como lo llaman, «The Tube» –un círculo rojo sobre fondo blanco- refleja la manera en que lo percibí: sencillo, limpio, ordenado, «cool» y desde entonces me agrada viajar en metro. También es mucho más fácil moverme así en un lugar desconocido que en autobús, por esto que, cuando fue necesario ir de la casa de Aarón a la clínica que se encuentra en el centro de Santiago, utilizamos el metro.

Parada en el vagón de repente me di cuenta que podía ver a lo largo de todo el tren, algo que no se puede hacer en el metro de la Ciudad de México que usábamos mucho cuando vivíamos en Toluca porque allí los trenes se forman de carros individuales cerrados. Estaba disfrutando de la novedad de mirar el tren moverse por los rieles como una serpiente cuando me percaté de algo muy raro: aunque veía que, debido a las curvas en el camino, el carro frente a nosotros cambiaba de dirección continuamente, sentía como si yo siempre fuera hacia delante en línea recta. Lógicamente sabía que esto no podía ser verdad. Sabía que si el carro delante del nuestro giraba hacia la derecha, un instante después también lo haría el carro en el que íbamos. Pero, por más que me enfoque en esto, no pude lograr que mis sentidos estuvieran de acuerdo con lo que mi mente sabía que era la realidad. Experimentar mi propensión al auto-engaño me mostró otra razón por la que necesito una brújula en mi vida.

Invariablemente pienso que voy en la dirección correcta cuando en realidad puedo estar desviándome cada vez más del objetivo. Tim sabe esto muy bien, ya que mi confianza en mis instrucciones para llegar a algún lado, ocasionalmente sobrepasa mi exactitud. Ha habido ocasiones en que nos he llevado por atajos sin salida o terminamos más lejos de nuestro destino que cuando empezamos, todo esto mientras daba las instrucciones con confianza total. Las historias de raptos, asesinato y venganza al final del libro de los Jueces ilustra lo mal que puede llegar a estar una sociedad cuando «cada uno hacía lo que le parecía mejor». Nuestra debilidad y pecado, nuestra capacidad para auto-engañarnos, y nuestra tendencia a perder nuestro rumbo, significa que necesitamos algo fuera de nosotros para guiarnos en nuestra trayectoria.

La aguja de una brújula apunta al norte a causa de su atracción magnética hacia el campo magnético de la tierra. Puedes crear una aguja de brújula de un metal no magnético, como un alfiler, si lo magnetizas frotándolo contra un imán. La iglesia «brújula» es una comunidad «magnetizada» por la Palabra de Dios, la cual, constantemente, apunta hacia Cristo, la encarnación del Reino de Dios, y ayuda a la gente a evaluar su camino y a reorientar su trayectoria.

Me han dicho que cuando un barco esta por entrar a un canal grande, el capitán tiene a la vista tres luces. Si hubiera sólo una luz parecería que en cualquier ángulo entraría derecho al canal. Aun con dos luces habría lugar para el error; pero cuando las tres luces están alineadas, cuando el capitán ve las tres luces como si fueran una sola, sabe que el barco está alineado directamente con el canal y puede proceder con confianza. Esto me recuerda Mateo 18:20, «Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». El consejo de otros dos o tres no es una fórmula mágica para mantenernos en un buen rumbo, pero, como apunta Neil Cole en The Organic Church: growing faith where life happens [La Iglesia orgánica: desarrollando la fe en donde la vida sucede], «dos o tres trabajando juntos da un resultado… más seguro que un líder solo, y más fuerte que un comité».

Northland: iglesia distribuida a una camioneta en el altiplano de México

Debido a que nuestra oficina en México estaba en casa, en el día de descanso semanal salíamos para huir del e-mail, las visitas y el teléfono. Había muchos lugares interesantes donde ir en los alrededores de Toluca. Normalmente, yo quería hacer caminatas por las montañas, mientras que Tim escogía un viaje a la Ciudad de México, por ejemplo a Bazar Sábado. En cualquier caso, al menos una vez a la semana, en nuestro camino de ida y vuelta de alguna aventura, poníamos una grabación en el radiocasette de nuestra camioneta y adorábamos a Dios con Northland, una iglesia en Orlando con la que teníamos lazos estrechos antes que nos mudáramos a México.

A diferencia de los casetes de la mayoría de las congregaciones que sólo ofrecen el sermón, los de Northland tienen el servicio semanal completo, desde el saludo hasta la bendición. Tim suele decir, «Si alguien me hubiera dicho cuando era más joven que podría optar por escuchar casetes de un culto, le habría llamado loco, pero, ¡estos son geniales!» Los casetes nos mantuvieron conectados a la comunidad de Northland, nos expusieron a lo que Dios le estaba diciendo a través de su Palabra y nos dio la oportunidad de adorar a Dios con el lenguaje de nuestros corazones. Sencillamente eran un medio que permitió a Northland servir como brújula en nuestras vidas.

Hemos conocido muchas congregaciones que son una brújula en el sentido de que constantemente apuntan hacia Cristo y Su Reino, pero aquí la metáfora de la brújula nos presiona ir más allá porque gran parte del valor de la brújula se encuentra en el hecho de que es portátil—se lleva en el viaje para que la puedas consultar a lo largo del camino. Northland literalmente nos acompañó en nuestros viajes y como resultado vimos el mundo que nos rodeaba a la luz de lo que escuchábamos y cantábamos.

Mucho antes que empezara a oír acerca de la diferencia entre iglesias «misiónal-encarnacionales» y aquellas que son «evangelístico-atraccionales», Northland nos introdujo a la idea de «la iglesia distribuida» cuando cambiaron su nombre de «Northland Community Church» a «Northland, a Church Distributed». El pastor principal Dr. Joel Hunter explicó el cambio de esta manera:

En 1998 empezamos a palpar que Dios estaba haciendo algo nuevo. En lugar de ser una iglesia comunitaria que solamente se fortalecía a sí misma, Dios nos estaba llamando a definirnos más con base en las relaciones fuera del edificio que en las relaciones dentro de él.

Ya no queríamos ser la iglesia comunitaria estereotípica sino que quisimos re-centrar el enfoque de la congregación que se reúne dentro de un edificio hacia todos aquellos cristianos mientras que se encuentran en sus campos de trabajo –sus ministerios- diariamente, y buscamos darle una nueva forma en beneficio de aquellos ministerios en lugar de esforzarnos en atraerlos dentro del edificio para llevar a cabo un programa eclesiástico.
Esto suena bien, pero es difícil entender lo que significa en la práctica; dado a que parte de lo que significa iglesia es gente reunida («…cuando se reúnen como iglesia…» 1ª de Corintios 11:18) ¿cómo puede ser también una «distribución» de esa gente.

Poco tiempo después de que escuchamos acerca de este cambio en los casetes, estuvimos en Colorado, para algunas reuniones, al mismo tiempo que Vernon, un pastor de Northland, y su esposa Connie. Fue uno de esos gloriosos días de otoño, época cuando las hojas de los aspen cambian del verde a un amarillo brillante, cuando logramos escaparnos junto con ellos y pasamos en auto a lo largo del camino Gold Camp. Nuevamente Northland se reunía en nuestro auto. Por el camino Tim y yo tratamos de comprender el significado de que una iglesia fuera «distribuida».

«¿Es una denominación?» preguntamos.

«No», contestó Vernon.

«Pero, ¿se trata de iglesias vinculadas?»

«Sí.»

«¿De qué forma es diferente de una nueva denominación?»

«Bueno…» —Vernon hizo una pausa. Estaba claro que no podíamos concebir lo que él nos estaba diciendo y buscaba la forma de ayudarnos entender— «Las iglesias están unidas por relaciones personales no por una estructura de gobierno.»

Aunque no nos dimos cuenta, Tim y yo estábamos tan acostumbrados a pensar en la iglesia como una institución eclesiástica que sólo podíamos concebirla en categorías organizacionales; pero, a través de los años, la visión de Northland empezó cambiar la nuestra, así que, tiene sentido que al haber completado nuestras metas y objetivos en México nos mudáramos más cerca a la comunidad de Northland en tanto que descubríamos el siguiente lugar adonde seríamos distribuidos.

Northland: iglesia distribuida reunida en Longwood, Florida, EEUU

Ha sido alentador y estimulante el tiempo que hemos pasado con la comunidad de Northland en Orlando desde que salimos de México; entre otras cosas mi entendimiento de lo que significa que una congregación sea «distribuida» ha aumentado. Aunque suena contradictorio decir que el objetivo de estar reunidos es para salir de nuevo, se ve la lógica si piensas en el ritmo orgánico de la circulación a través del cuerpo. Para que la sangre cumpla sus múltiples funciones en el cuerpo, debe fluir continuamente por el corazón. La vida del cuerpo depende de este ritmo. Si la sangre no pasa por el corazón, depositando los desechos que trae y recibiendo una nueva infusión de oxígeno fresco, deja de ser útil a la parte del cuerpo donde ella es distribuida. Pero, la sangre sólo regresa al corazón para que pueda ser enviada hacia fuera otra vez. De la misma manera, la asamblea del pueblo de Dios no tiene como propósito crear un club social donde la gente pase todo su tiempo, sino que sirve para recordarnos hacia dónde vamos y para ayudarnos en nuestro trayecto. El pastor Hunter explica:

La iglesia distribuida no se reúne como fin en sí misma, sino para enviar a la gente hacia fuera, renovada por el servicio y para explicar a las personas lo que Dios hizo por ellas por medio de Jesucristo. Por lo tanto, el énfasis siempre está en identificar a la iglesia como quien está «yendo» en lugar de lo que realiza dentro de un edificio.
Pero estar más cerca a la vida cotidiana de Northland no me ha dado una respuesta concreta a la pregunta que me hacen todas las personas con las cuales hablo acerca de estas metáforas: «¿Cómo se ve una iglesia “brújula”?» Aunque La iglesia portátil pretende explorar metáforas y no presentar métodos que la gente pueda imitar, todo el mundo quiere saber acerca de modelos que funcionen bien. Por ejemplo, después de leer el capítulo Eclesiología básica Aarón dijo: «Tal vez podrías agregar lo que deberíamos hacer. Sé que probablemente sea el último paso, pero, si no hay “acción” entonces el “quién” y el “para qué” son simplemente palabras. Podemos estar de acuerdo en muchísimas cosas acerca de lo que es la iglesia, pero seguir haciendo las mismas porquerías cada domingo». Este me hizo pensar en un amigo que inició una iglesia en su casa en México. Tenía un grupo de nuevos creyentes entusiastas que anhelaban experimentar el compañerismo, la instrucción y la adoración más allá de las formas tradicionales pero, después de varios años, él nos comentó que estaba tan aburrido con las reuniones que ya no tenía ganas de ir, y esto a pesar de que él estaba a cargo.

Nuestra experiencia congregándonos con Northland en Orlando ha sido lo opuesto; nos encanta. A veces asistimos a más de un servicio en el mismo fin de semana y, si no estamos en Orlando, procuramos adorar simultáneamente con ellos por medio del «web stream». Cuando tenemos amigos o colegas de ministerio de visita en casa nos encanta presentarles a Northland—de hecho Tim y yo hemos sido puente para que se forme una relación de «partnership» entre Northland y una congregación en Buenos Aires que ha sido muy edificante para las dos—sin embargo, no veo a Northland, ni a ninguna otra congregación con la que hemos estado involucrados, como el modelo de la iglesia brújula.

Cuatro meses después de elaborar el primer borrador de este libro en Buenos Aires, luchaba por concluirlo, pero sin un modelo de la iglesia portátil digno de imitar y sin la creatividad para imaginar como podría ser, simplemente no podía. Me quede atorada hasta que Tim y yo pasamos la Navidad en Tennesee con sus padres.

Lookout Mountain, Tennesee, EEUU

Cuando Tim tenía cinco años su familia se mudó a Lookout Mountain, una pueblo de unas 2000 personas con vista a la cuidad de Chattanooga, Tennessee. Tim fue formado por esa comunidad, específicamente por la congregación de la Iglesia Presbiteriana Lookout Mountain, donde el padre de Tim era pastor asociado a cargo del ministerio juvenil y de los grupos pequeños. Los miembros de la comunidad le enseñaban a Tim en la escuela dominical y lo regañaban por andar en patineta dentro del edificio; le servían chocolate caliente a él y a los demás niños después de que se deslizaban colina abajo por la nieve que cubría el campo de golf y también hicieron donaciones para que él pudiera pasar dos veranos en viajes misioneros de corto plazo. Incluso una familia lo albergó un año para que pudiera terminar su último año de «high school» en la ciudad, ya que sus padres se sintieron llamados a pastorear una congregación y debieron cambiarse a otro estado.

Después de jubilarse, los papas de Tim se cambiaron de nuevo a Lookout Mountain para reintegrarse a su antigua comunidad, así que en las fiestas también regresamos a lo que la gente de allí llama «la montaña». En el culto de Nochebuena, al sentarme con una congregación que podría ser vista como una «iglesia monumento», porque se reúnen en un hermoso edificio de piedras tan viejas que tiene musgo en las paredes de adentro, me di cuenta que no estaba paralizada por no tener el modelo perfecto, sino porque estaba confundiendo, una vez más, la iglesia con La Iglesia. Mirando a mí alrededor, entendí que lo que hace de una iglesia una brújula no es el estilo ni el contenido de sus actividades, sino el carácter y las vidas de los individuos que se reúnen como iglesia.

Hace tiempo Tim y yo cenamos con Richard y Susanne, una pareja que formaba parte de la comunidad de Lookout durante la niñez y juventud de Tim. Cuando tenía treinta y tantos años, Richard conoció a Cristo de forma personal por medio de un grupo pequeño para varones dirigido por el papá de Tim y, como consecuencia, ha enfocado sus grandes capacidades intelectuales y analíticas en el conocimiento de Dios. La comprensión de Richard en cuanto a teología no obedecía a una búsqueda simplemente académica, sino que para su vida y la usaba para tomar decisiones como anciano gobernante de la congregación y como presidente de la mesa directiva de un ministerio internacional importante. También de forma intencional se esfuerza en transmitir lo que ha aprendido; cada año selecciona a un estudiante del último año de la escuela secundaria con quien se reúne cada semana durante un año para estudiar juntos Los institutos de Calvino.

Durante la cena, Richard estuvo evocando el pasado de la comunidad de Lookout, subrayando la forma en que diferentes individuos contribuyeron a la calidad del grupo en general:

—Hugh nos desafiaba en lo referente a la generosidad y Frank se aseguraba de que pensáramos con claridad sobre cada asunto. Tus padres, Tim, modelaban lo que es estar completamente comprometido con Dios. George era un hombre de completa integridad. Fred y Peggy se dieron a sí mismos a aquellos que estaban necesitados. Charlie y Jan siempre ejercitaron el don de la hospitalidad.

Tim no ha vivido en Lookout desde 1983 y yo sólo he estado de visita, pero continuamos siendo guiados y acompañados por la brújula de esa congregación que está formada por las perspectivas y fortalezas únicas de sus integrantes.

Hemos experimentado la generosidad de Hugh, su esposa y sus hijos, no sólo financieramente sino también a través de su tiempo, su hospitalidad, su sabiduría y su amistad.

Nunca olvidaremos la vez que Frank nos retó al «pensamiento nítido» durante una conversación que tuvimos con él justo antes de mudarnos a México. Muchas personas ven a los misioneros como si fueran santos, alabándolos por los sacrificios que hacen, pero no Frank. Nos dijo con severidad: «Ustedes no deben hacer nada que la gente con la que trabajen podrían o deberían hacer para ellos mismos». Esas palabras nos quedaron grabadas y nos han guiado desde entonces.

La relación de Richard con Tim no se terminó después que estudiaron a Calvino por un año. Gracias a él, Tim obtuvo su primer empleo al salir de la universidad, y a lo largo de veinte años Richard y Susanne han apoyando nuestro ministerio con oración y con dinero.

Aunque mucha gente de Lookout fue trasformada por una «renovación laica» en 1975, no es a causa de un programa o una persona específica que la congregación se ha convertido en una brújula. Semana a semana, año tras año, ha hecho lo que los discípulos de Cristo han hecho desde Pentecostés, «Se consagraban a la enseñanza de los apóstoles y al compañerismo, a partir el pan y a orar». Eugene Peterson, en su libro A Long Obedience in the Same Direction: Discipleship in an Instant Society, contrasta el estilo de vida de un verdadero discípulo con un «turista espiritual». A los «turistas» sólo les interesan los puntos altos, en cambio los discípulos somos:

…personas que pasamos nuestras vidas aprendiendo de nuestro maestro, Jesucristo.
Un discípulo es un aprendiz, pero no en lo académico sentado en un salón de clases, sino en el campo de trabajo, como un artesano. No adquirimos información acerca de Dios sino destrezas en la fe.
A simple vista, la gente que forma la iglesia en Lookout es como cualquiera persona lidiando con las muchas demandas que le hacen como padre, esposo, hijo, vecino, ciudadano, ama de casa y profesional, pero, como individuo y como comunidad, han escogido ser discípulos, no turistas espirituales, y su «larga obediencia» viajando juntos en el mismo camino hacia el mismo destino, me da una imagen clara de la iglesia como brújula.

Después de hablar con Richard acerca lo que él me ayudó ver acerca de la iglesia como brújula, me escribió lo siguiente:

¡La «comunidad» de creyentes era y es la clave! No podemos escaparnos; ellos «van y vienen» sobre nuestras vidas [como el Espíritu sobre las aguas], no con instrucción o corrección sino con su ejemplo. Cada uno de nuestros amigos, no sólo de Lookout sino también de Orlando [donde vivimos actualmente], ha sido dotado de forma especial y diferente casi por completo, y sus vidas no sólo sirven como brújulas, sino también como barricada para evitar que yo tome la bifurcación equivocada.

Nuestros amigos en Lookout criaron a nuestros hijos, al igual que nosotros a los suyos y, colectivamente, nos han discipulado todos estos años con sus propias vidas. No sólo no permiten (odio la doble negación) que nos salgamos del camino, sino que su constante ejemplo nos impulsa a alcanzar niveles más elevados de obediencia y amor.
Estas palabras concuerdan perfectamente con las instrucciones que nos da el autor de Hebreos que, a propósito, son las más específicas en todo el Nuevo Testamento con relación a lo que llamamos «yendo a la iglesia»:

Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca. Hebreos 10: 24-25
 
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